Jacob Aquino Muñoz.
08 de enero de 2014.
El título de este artículo le parecerá extraño, pero se trata, a partir de un hecho histórico, de analizar la insensibilidad de los gobernantes cuando el poder les llega en su momento.
Dicen los dichos populares que a los inteligentes el poder los marea, pero a los no tan inteligentes, los aloca.
Este relato es muy oportuno para los tiempos en que estamos viviendo en todo el mundo, en donde los gobernantes están perdiendo el contacto con el ciudadano, con sus realidades y sus problemas.
Actualmente, muchos gobernantes creen que su realidad es la misma que la de los ciudadanos. Nada hay más diferente que esos dos mundos, los cuales, hoy, están cada vez más distantes.
La insensibilidad del gobernante en aplicar sus decisiones, es lo más sintomático de esa separación entre pueblo y gobierno.
Ejemplo de este distanciamiento se generó durante la época de la reina María Antonieta, que fue guillotinada en una revuelta popular que estaba cansada de los desmanes y excesos de la monarquía francesa.
María Antonia Josefa Juana de Habsburgo-Lorena, más conocida bajo el nombre de María Antonieta de Austria, fue reina consorte de Francia y de Navarra, a raíz de su matrimonio, a los catorce años, con el entonces delfín y futuro Luis XVI de Francia.
Este matrimonio fue un intento por estrechar los lazos entre dos enemigos históricos, Francia y Austria.
Por ello, en su acceso a la monarquía francesa, María Antonieta causó grandes expectativas. Pronto, en menos de un año, se ganó la antipatía del pueblo, que la acusaba de manirrota.
Una verdadera campaña de desprestigio se monta contra ella desde su acceso al trono. Circulan los panfletos, se le acusa de despilfarrar el dinero público en frivolidades o en sus favoritos.
La antipatía que causó al pueblo francés estaba bien ganada. Sus gastos en vestimentas y fiestas eran excesivos para los tiempos económicos que vivía Francia y el resto de Europa. Se ganó el apelativo de “Madame Déficit”.
Su comportamiento, considerado como frívolo y superficial, ayudó a aumentar la agitación social, sobre todo, cuando la monarquía se quedó sin los medios suficientes para sostener sus gastos.
La inmanejable deuda del Estado Francés fue exacerbada por un sistema de extrema desigualdad social y de altos impuestos que los sectores privilegiados, nobleza y clero, no tenían obligación de pagar, pero que sí oprimía al resto de la sociedad.
Hubo un aumento de los gastos del Estado simultáneo a un descenso de la producción agraria, lo que produjo una grave escasez de alimentos en los meses precedentes a la Revolución Francesa.
Las tensiones, tanto sociales como políticas, mucho tiempo contenidas, se desataron en una gran crisis económica, que ocasionó un gigantesco déficit fiscal y el aumento de los precios agrícolas. La hambruna se estaba haciendo presente.
Ya en proceso de desatarse la Revolución Francesa, se difundió una frase que, supuestamente, había pronunciado María Antonieta.
Se contó que, cuando la gente del pueblo, a falta de harina y trigo para preparar pan, fue a Versalles a encararse con ella, ésta habría respondido altaneramente con la frase: “Que coman pasteles”.
En este inicio de año, ante la avalancha de impuestos que los ciudadanos tenemos obligatoriamente que pagar, creo que, necesariamente, tendremos que “comer pasteles”. Ese parece ser el mensaje.
Página web http://www.letrasvivas.com.mx/
Artículo publicado en "Es Diario Popular" http://www.esdiario.com.mx/opinion/17454-que-coman-pasteles
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