miércoles, 22 de junio de 2016

UNA RUTA AL DESARRO

José Antonio Molina Farro

Es mejor mantener abiertas las grandes preguntas que contentarse apresuradamente con las pequeñas respuestas”. Fernando Savater


Las inexorables reglas de la globalización imponen un reto enorme para los mexicanos. El futuro se gana construyendo acuerdos que nos hagan ver hacia delante, forjar nuevos entendimientos y romper con la propensión a la confrontación y la intolerancia que hoy nos consumen. La tarea es apasionante, ardua y compleja. La legitimidad es el combustible político por excelencia y el gobierno debe aprovecharla para impulsar sin titubeos los cambios institucionales, legislativos y organizativos en el marco de nuevas alianzas que puedan detonar coincidencias en lo fundamental. La reforma de las instituciones que frenan el desarrollo es inaplazable.

Lo anterior viene a cuento por un estudio publicado por el Banco Mundial,”De los recursos naturales a la economía del conocimiento”, lo suscriben De Ferranti, Perry, Lederman y Maloney. La conclusión es contundente: los recursos naturales pueden liderar el proceso de desarrollo de largo plazo de un país. Es importante subrayarlo porque representa  de unos pocos años a la fecha, un cambio de tuerca en el pensamiento económico dominante y por la relevancia del Banco Mundial como uno de los complejos de poder financiero que determinan la arquitectura de la sociedad global y el destino de millones de seres humanos. Veamos.

Es una utopía de mal gusto pretender que México alcance niveles superiores de desarrollo en las condiciones actuales de globalización, atraso tecnológico, rezagos estructurales y marcadas desigualdades regionales y sociales, orientando prioritariamente inversiones y recursos hacia sectores y mercados muy competidos, de alta intensidad de capital y conocimiento técnico especializado; así también, reducir los esfuerzos a potenciar nuestros escasos recursos financieros a la promoción de textiles y manufactura, tiendas departamentales, restaurantes y distribuidoras automotrices, pues sin negar la importancia de todos ellos como vehículos de movilidad social, individual y grupal, no constituyen sectores clave para salir del subdesarrollo colectivo.

Lo primero que tenemos que considerar es que no hay contradicción  entre el aprovechamiento racional de los recursos naturales y la economía del conocimiento. La racionalidad capitalista sí puede ser compatible con el aprovechamiento racional y sustentable de los recursos naturales. El estudio de marras enfatiza en que no se trata tanto de qué producimos sino  de cómo producimos. Los autores afirman que los recursos naturales pueden convertirse en “industrias de conocimiento” si somos capaces de complementarlos con nuevas dotaciones de capital humano, instituciones sólidas, infraestructura, conocimiento, redes tecnológicas, sistemas de innovación e incentivos en investigación y desarrollo. Sabemos que los determinantes tradicionales del desarrollo  en la teoría clásica son la mano de obra, la tierra, el capital y los recursos naturales. Hoy se consideran como determinantes no tradicionales  a la calidad del capital humano, economías de escala, costos de transporte y de comunicaciones, economías de aglomeración, y tratados comerciales con impacto en  la especialización regional, entre otros.

Resulta imposible sostener y la referencia es clave según los autores, para entender mejor el proceso, que Australia, Canadá, Estados Unidos, Finlandia y Suecia no basaron su desarrollo en los recursos naturales. Inclusive hoy, son grandes exportadores de dichos recursos. La minería fue el sector que propulsó el crecimiento y la industrialización en  Australia y E. U. durante más de un siglo y la silvicultura fue y sigue siendo un sector muy dinámico en Finlandia, Suecia y Canadá. Chile, con sus altas tasas de crecimiento y una exitosa política de combate a la pobreza en los últimos años, debe su éxito principalmente a las exportaciones de recursos naturales. En estos países los recursos naturales se convirtieron en “industrias de conocimiento técnico”. Lo mismo podemos decir de la silvicultura y los productos forestales en Canadá, Suecia y Finlandia, así como  de la producción y comercialización de fruta fresca en Chile. Es bueno recordar como los finlandeses pasaron de los árboles a las telecomunicaciones. Nokia  telecomunicaciones nace de la Compañía Forestal de Nokia, una región productora de celulosa. Finlandia y Suecia hoy tienen más bosques que hace cien años y de acuerdo a un testimonio personal de un parlamentario sueco, tienen los más altos volúmenes de madera en pie y simultáneamente los más altos volúmenes de aprovechamiento de toda su historia, destacándose como potencias exportadoras en el mercado mundial. Tan sólo imaginemos si aquí en México lográsemos explotar racionalmente nuestros millones de hectáreas de bosques y selvas de potencial aprovechable, o el potencial acuícola y pesquero de nuestros litorales. Hay, sin duda, anclajes estructurales  que frenan nuestro desarrollo: un régimen de derechos de propiedad inadecuado, infraestructura deficiente, educación técnica insatisfactoria, incapacidad para generar invenciones adaptativas y desarrollar investigación, marco jurídico obsoleto, conflictos intracomunitarios, entre otros. Sintetizando, los recursos naturales pueden  ser el factor detonante del desarrollo de muchas regiones de México, si se cumplen algunas condiciones. Los autores las enumeran:

1)   Adecuar y reformar el marco institucional vigente.

2) Crear sistemas de capacitación para cubrir lagunas tecnológicas precisas, aumentar el acervo de capital humano y mejorar la manera de producir.

3) Incentivos tributarios y subsidios públicos para fomentar inversiones privadas y públicas en investigación científica y desarrollo tecnológico. Además, promover la instalación de redes de conocimiento en que participen empresas privadas, instituciones de investigación independientes, universidades y el mismo sector público.

4) Las tecnologías de la información y las telecomunicaciones pueden ayudar a las empresas a insertarse más eficazmente en cadenas industriales internacionales.

5)  Es esencial que exista una adecuada infraestructura pública para reducir costos de transporte y la “distancia económica” a los mercados. Aquí cabe mejorar la reglamentación de la inversión privada como una de las prioridades normativas.

6 ) Promover la creación de instituciones sólidas y de calidad. Aquí la referencia es al estado de derecho, la seguridad, los derechos de propiedad efectivos, la transparencia y la eficiencia del sector público.

Todo ello es esencial para mejor nuestras ventajas comparativas y competitivas. Esto es, complementar la dotación de recursos naturales con instituciones sólidas, capital humano y conocimiento. Un aspecto importante es que los responsables de la política económica experimenten diversos mecanismos de promoción de innovaciones, especialmente en sectores donde poseemos claras ventajas competitivas, considerando que la tecnología es específica para cada lugar determinado. Se habla de “invenciones adaptativas” porque el conocimiento técnico y las invenciones producidos en otros países habrá de adaptarse a las condiciones locales. Por su parte, los flujos de inversión nacional y extranjera directa aumentan cuando las instituciones, el capital humano y la infraestructura pública son los adecuados para generar confianza y hacer rentable la inversión. Habrá pues que construir un proyecto alterno con una nueva visión de gobierno y de políticas públicas con fuertes dosis de imaginación, creatividad y voluntad política.




MAGISTERIO


José Molina Farro



Hace 53 años un entrañable profesor de secundaria, Antonio Coutiño Bezares compendiaba, con brevedad graciana, las virtudes cardinales del buen maestro: temperamento, saber, veracidad, seriedad, aspecto y entusiasmo. Ahí estaba el meollo de su optimismo, de su fe y esperanza en el futuro. Aún en circunstancias difíciles su alegría y optimismo en la juventud se mantuvieron firmes; en sus opiniones  y acciones públicas era, sobre todo, un demócrata respetuoso de la pluralidad y las opiniones ajenas. Preso de sus brillantes sueños no abrigaba dudas ni titubeos, no perdía el tiempo haciendo conjeturas sobre el grado en que el Estado debe o no ceder ante los grupos de presión. "Vivimos en una época pluralista" solía decir. La de él no era la sabiduría convencional sino aquella que apunta al quienes somos y viviendo en el tiempo y lugar en que vivimos. Estaba muy alejado de la mayoría de sus colegas de pensamiento conformista que se consideraban árbitros de la vida académica. Su capacidad era asombrosa para alejarse del dogma y convencionalismos.

Hoy, un sector del magisterio, en una brutal deformación de los preceptos marxistas leninistas, invoca la violencia como arma revolucionaria para someter al Estado y sus afanes de mejorar la calidad de la educación y el derecho de los niños al saber universal.

Y sí, efectivamente, en el Manifiesto del Partido Comunista Marx y Engels consideraban a la violencia como la gran partera de la historia. Los cambios en los regímenes políticos y modos de producción - esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo- tuvieron su basamento en la violencia revolucionaria. El comunismo sería un proceso en construcción. No obstante ello, Lenin criticó acremente el "infantilismo de izquierda" ajeno a las condiciones objetivas y subjetivas, lo que llevaría a una peligrosa aventura sin retorno.

El Estado mexicano no debe, no puede ceder al chantaje y la violencia de un sector minoritario del "magisterio". "Mañana no abrá clases" (sic). Huelga decir que está de por medio lo más valioso y preciado de cualquier país: su niñez y su juventud. Esta brutal embestida contra un elemental derecho de los niños debe parar. Ante la intolerancia el Estado debe reaccionar con inteligencia, prudencia y firmeza. Cada quien en su trinchera, ciudadanos y sociedad civil organizada habremos de levantar la voz y apoyar la reforma de la educación. Chiapas vive un momento crucial en su devenir histórico. Está en nuestras manos desterrar la violencia como fatalidad y destino.