miércoles, 22 de junio de 2016

MAGISTERIO


José Molina Farro



Hace 53 años un entrañable profesor de secundaria, Antonio Coutiño Bezares compendiaba, con brevedad graciana, las virtudes cardinales del buen maestro: temperamento, saber, veracidad, seriedad, aspecto y entusiasmo. Ahí estaba el meollo de su optimismo, de su fe y esperanza en el futuro. Aún en circunstancias difíciles su alegría y optimismo en la juventud se mantuvieron firmes; en sus opiniones  y acciones públicas era, sobre todo, un demócrata respetuoso de la pluralidad y las opiniones ajenas. Preso de sus brillantes sueños no abrigaba dudas ni titubeos, no perdía el tiempo haciendo conjeturas sobre el grado en que el Estado debe o no ceder ante los grupos de presión. "Vivimos en una época pluralista" solía decir. La de él no era la sabiduría convencional sino aquella que apunta al quienes somos y viviendo en el tiempo y lugar en que vivimos. Estaba muy alejado de la mayoría de sus colegas de pensamiento conformista que se consideraban árbitros de la vida académica. Su capacidad era asombrosa para alejarse del dogma y convencionalismos.

Hoy, un sector del magisterio, en una brutal deformación de los preceptos marxistas leninistas, invoca la violencia como arma revolucionaria para someter al Estado y sus afanes de mejorar la calidad de la educación y el derecho de los niños al saber universal.

Y sí, efectivamente, en el Manifiesto del Partido Comunista Marx y Engels consideraban a la violencia como la gran partera de la historia. Los cambios en los regímenes políticos y modos de producción - esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo- tuvieron su basamento en la violencia revolucionaria. El comunismo sería un proceso en construcción. No obstante ello, Lenin criticó acremente el "infantilismo de izquierda" ajeno a las condiciones objetivas y subjetivas, lo que llevaría a una peligrosa aventura sin retorno.

El Estado mexicano no debe, no puede ceder al chantaje y la violencia de un sector minoritario del "magisterio". "Mañana no abrá clases" (sic). Huelga decir que está de por medio lo más valioso y preciado de cualquier país: su niñez y su juventud. Esta brutal embestida contra un elemental derecho de los niños debe parar. Ante la intolerancia el Estado debe reaccionar con inteligencia, prudencia y firmeza. Cada quien en su trinchera, ciudadanos y sociedad civil organizada habremos de levantar la voz y apoyar la reforma de la educación. Chiapas vive un momento crucial en su devenir histórico. Está en nuestras manos desterrar la violencia como fatalidad y destino.





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