Jacob Aquino Muñoz.
05 de julio de 2013.
“Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia” Anónimo
Para la redacción de mi artículo anterior, tuve que revisar de nuevo y muy rápidamente, el manual básico de todo gobernante, me refiero al libro “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo.
El Príncipe es un tratado de teoría política escrito por Nicolás Maquiavelo en 1513, mientras se encontraba confinado en San Casciano por la acusación de haber conspirado en contra de los Médici. El libro es publicado en 1531 y fue dedicado a Lorenzo II de Médici, duque de Urbino, en respuesta a dicha acusación, a modo de regalo.
Espero no tener esa necesidad, la de escribir un libro en confinamiento, ni mucho menos para hacer un regalo que consiga la liberación.
Para despertar su atención o su sorpresa, según lo que suceda primero, en este año, el libro “El Príncipe” cumple 500 años de haberse escrito, toda una proeza en cuanto a su vigencia se refiere.
Los párrafos siguientes me llaman extremadamente la atención, por sus coincidencias con las opiniones ciudadanas en torno a la necesidad de renovación del gabinete estatal.
“Un príncipe que a toda costa quiere ser bueno, cuando de hecho está rodeado de gentes que no lo son no puede menos que caminar hacia un desastre”.
“No es cosa de poca importancia para los príncipes la buena elección de sus ministros, los cuales buenos o malos, según la prudencia usada en dicha elección”.
“El primer juicio que formamos sobre un príncipe y sobre sus dotes espirituales, no es más que una conjetura, pero lleva siempre por base la reputación de los hombres de que se rodea”.
“Si manifiestan suficiente capacidad y se muestran fieles al príncipe tendremos a éste por prudente puesto que supo conocerlos bien, y mantenerlos adictos a su persona. Si, por el contrario, reúnen condiciones opuestas, formaremos sobre él un juicio poco favorable, por haber comenzado su reinado con una grave falta, escogiéndolos así”.
“Pero es necesario saber que, hay entre los príncipes, como entre los demás hombres, tres especies de cerebros. Los primeros piensan y obran por sí y ante sí; los segundos, poco aptos para inventar, poseen sagacidad selectiva en atenerse a lo que les proponen otros; los terceros no conciben nada por sí mismos, ni nada tampoco sacan en limpio de ajenos discursos. Los primeros son ingenios superiores; los segundos son talentos estimables; los terceros son como si no existiesen”.
Interesante, verdad.
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